viernes, 5 de octubre de 2012

Carta para un clown a punto de morir

Javi interpretando a unos de sus personajes

El miércoles pasado en contacto con Javier Lester Abálsamo, un astro tandilense de las tablas y la dirección teatral (y ojalá tengan la oportunidad de verle alguna vez para comprobar que todo halago le queda chico), me hizo llegar el texto de una obra que se encuentra en pleno proceso de escritura y que lleva su pluma como marca de autor.
Me apuré a leerla, porque la verdad que la propuesta era terriblemente tentadora, y cuando terminé me vi rebalsado por la necesidad de escribirle una carta a ese personaje que Javi se encuentra construyendo con todos los condimentos propios de lo siniestro.
Así que escrita la carta no se me ocurrió mejor idea que compartirla con mi vieja, y le propuse desempolvar sus habilidades, que tan bien había sabido llevar durante sus años mozos como declamadora, para que me grabara con su voz, la lectura de las líneas que yo había armado.
Por lo tanto, va un doble agradecimiento: a Javi por haber sido el puntapié de la inspiración que gobernó el armado de la epístola; y a "Gachi" como varios la conocen a mi vieja, por haberse atrevido a darle vida a mis palabras con su esplendida voz y cadencia.

Para contextualizar, tengo que decir que la obra relata el suicidio en escena de un clown y las vicisitudes obvias (y no tanto), que se derivan de ese cruel acto. Quédense tranquilos que mi vida no corre peligro, y la carta fue concebida con fines meramente artísticos.

Acá el audio para los que quieran escucharlo:



...Y acá el texto para los gustosos de la lectura:


Carta para un clown a punto de morir

He decidido emprender la tarea de escribirle esta carta, luego de haber tenido el honor de leer sus lisonjas reivindicativas del más allá.
Sepa disculpar ante todo mi empresa señor clown, pero es que tengo la necesidad de hacerle llegar estas impávidas líneas, ya que me identifica su calvario y de la misma manera, espero que su suerte final.
Es entrañable haber escuchado tan certeras palabras evocadas por una lengua filosa que innumerables veces le ha rasgado la cara a varios espectadores, cortando por los carrillos los vestigios de quién sabe qué pesadumbres, para dejar como secuela una sonrisa con tan sólo recordar alguno de sus majestuosos actos; soy un ferviente ejemplo de ello. Pero permítame decirle también, que no sólo encontrará halagos aquí; no. También encontrará muestras de envidia y odio hacia usted, por la sencilla razón de tener la suerte de vivir llorando a carcajadas.
Sepa que al igual que la suya, mi alma es penuria, y usted no es el único que desea ponerle fin a su existencia; también yo lo deseo, y espero que la guadaña venga pronto a quitarme lo que es mío como ya lo ha hecho el Tata Dios a lo largo de estos años, durante los cuales sin remedio y lentamente, las ganas han huido.
Lo cierto es que el esquinazo me ha apuñalado, y ya un poco cansado del tedio de este presente, me reconozco cobarde para probar con la alegría, o hasta para hacerme caricias con el filo de alguna guillotina que le ponga fin a esta tristeza que muchos le llaman vida.
Sé que distintos dolores aquejan a su alma y la mía, pero ¿no cree usted que al fin de todo existe la misma alegría? Mire, se lo digo en verso para achicar la perfidia:

Dice aquél que ama a la vida
Que todo es aburrido si no hay agonía
Y hasta la palabra más dolorosa sabría
Que luego de pronunciarla la muerte sola vendría

Quizás me aqueja la cobardía, lo admito con valentía, pero no cree también ¿que el olvido, un puñal al corazón sería?. Y es ese el problema mi queridísimo amigo: cómo matarse a uno mismo olvidando recuerdos que son los pilares del alma. Entonces, la dicotomía se introduce cruel en estos pensamientos, porque si hay recuerdo no hay olvido, y eso nos aqueja a la vez que tratamos de morir, sumergidos en un letargo que no le deja a uno caminar erguido, ni muchos menos sentir la felicidad de la cual usted habla.
Con esto le quiero decir que se hace eternamente difícil dar rienda suelta a la sonrisa, con tanto pesar que al corazón cobija. Y no justifico mi mirada sombría. Sino que pretendo levantar como un estandarte sus palabras poniendo en primera persona al sujeto de la acción: “yo lloraré de risa”.
Me duele en el alma ser una de las tantas personas a las que usted se refiere, pero es que las circunstancias del amor no me dejan llevar la nariz pintada. Así que sepa disculparme si no puedo con mi mandato de cómico, pero es que en días como estos: la boca me sangra, el alma no baila, los ojos se empañan, y el corazón pide a gritos palabras que no me salvan.
Dijo un payaso que ya se ha ido, con escuetas palabras:

Si la muerte traicionera,
me acogota a su palenque,
háganme con dos rebenques,
la cruz pa' mi cabecera.
Si muero en mi madriguera,
mirando los horizontes,
no quiero cruces ni aprontes,
ni encargos para el Eterno.
Tal vez pasando el invierno,
me de sus flores el monte.

Y no es mi afán el de completar espacios innecesarios en esta carta que a usted le escribo, sino darle a su oído muestras irrefutables de mis penas porque ya no hay ningún monte que pueda darme a mí flores.
Demasiado pensar para un simple mortal. No sé cómo terminará usted señor clown, pero sí sé cómo yo he de terminar; y le digo que la letanía de un corazón en velo me ha dado una conclusión: hay que ponerle fin al dolor.
Sepa disculpar que me maquille si es que nunca antes lo he hecho, pero quiero sentir la dicha por lo menos durante un momento. Y espero pueda asistir a mi entierro antes de quitarse la vida, como yo lo habría hecho en honor a su lejana compañía, repitiendo el epitafio que en esta tarde gris es mi única alegría, pero no sin antes disculparme por haber tomado prestadas sus palabras de agonía: “llórenme de risa”.